Las primeras evidencias de existencia del alcaparro se encuentran en Asia, siendo los griegos quienes lo introdujeron entre los pueblos del Mediterráneo.
Las alcaparras o tápenas son los botones de la flor del alcaparro Capparis spinosa, un arbusto muy típico de campos de secano. Los frutos que nacen a partir de estas flores reciben el nombre de alcaparrones o caparrones, con una textura carnosa y jugosa, con péndulo de 4 cm. y diferente color según su madurez, pasando del verde al rojizo. Los arbustos pueden llegar a alcanzar los 6 metros de longitud si son cultivados. Cada producto obtenido se recolecta en una fecha distinta, así el tallo a mediados de abril, la alcaparra en junio y el alcaparrón en agosto-septiembre, aunque puede variar dependiendo del clima local ya que si llueve excesivamente su cosecha se retrasa. El encurtido se realiza con agua, vinagre y sal.
El alcaparro crece en diversos climas y suelos, aunque es una planta que prefiere temperaturas cálidas y secas, aumentando así su número y mejorando la calidad de sus flores para la reproducción. La adaptación a estas condiciones ambientales ha hecho que sus semillas presenten dureza e impermeabilización por lo que su germinación es complicada, necesitando un mínimo de 120-200 mm de agua anual.
Los componentes principales de las alcaparras y alcaparrones son el agua y los hidratos de carbono. Apenas contienen grasas por lo que poseen importantes beneficios para el organismo, ya que el aporte calórico es muy bajo (100 gramos de alcaparras contienen 25 calorías aproximadamente). El botón de la flor del alcaparro, la alcaparra o tápena, es valorado por sus aplicaciones en la farmacopea gracias a sus propiedades diuréticas, antirreumáticas, antiartríticas (debido a la caparirutina) y cosmetológicas.